Para Inés, como regalo por su cumpleaños.
J. Ignacio Mancilla
“Les das a comer pan de lágrimas,
les haces beber lágrimas en abundancia […]”.
Salmos, 80: 6
“Bienaventurados los que ahora padecéis hambre,
porque seréis hartos. Bienaventurados los que
ahora lloráis, porque reiréis.”
Lucas, 6: 21
“Lloró Jesús […].
Juan 11: 35
Limpiar y lavar el mundo y el país con nuestras lágrimas, para poder pensarlo mejor.
Sí, se trata de meditar con y a partir de nuestras lágrimas, siendo ellas el motor no de un pensamiento abstracto, sino sintiente; emotivo y por lo tanto más del orden del fundamento.
Pero, se preguntarán, queridas y queridos lectores, ¿ello es posible?
A lo que respondo, sin ninguna duda, con la pensante y tierna compañía de la filósofa francesa Catherine Chalier.
Sí, voy a proponerles un libro bastante singular y extraño, como no pocos de los que me he ocupado aquí, en este espacio tan querido y significativo en el que pronto cumpliremos, ya, los siete años de escritura; no pocas veces compartida. Indudablemente algo para celebrar.
Tratado de las lágrimas. Fragilidad de Dios, fragilidad del alma (Ediciones Sígueme, Salamanca, 2007, 224 pp.).

Sin duda es un texto sin parangón, excepcional en muchos sentidos, del que apenas me ocuparé de la Introducción, a manera de una pequeña pero vibrante invitación para que lo lean todas y todos, pues no tiene desperdicio conceptual; mucho menos emocional.
Aparte de la Introducción, que se escribe al final, como todas y todos saben, el libro de Catherine Chalier está compuesto de VI apartados; cada uno con diferente número de capítulos.
- A imagen de Dios lo creó (Razón y emociones, La liberación de las lágrimas, Un Dios patético, “Las aguas que lloran”, Velar por la fuente y Los sollozos de Raquel).
- El don de las lágrimas (Los ojos impasibles. Caín, Faraón y Amalek. Abrahán, Aarón y Job, Las tres lágrimas de Esaú, Ruth y Orfá y Mérito y bendición de las lágrimas).
- El sufrimiento y el duelo (Los lugares secretos del Eterno, Llorar sin testigos. La hija de Jefté, ¿Por quién llora Dios? y La lamentación de Jeremías).
- El tiempo del mundo y el tiempo de las lágrimas (El desgaste del tiempo, El tiempo del llanto y el tiempo de la risa, La oración de las lágrimas: Ana, Lágrimas de nostalgia: ¿cantar en Babilonia?).
- Del miedo al amor (Lágrimas de reconciliación: José y sus hermanos, La consolación del amor: Jacob y Raquel, La irreductible libertad y El punto de bondad).
- El despertar a la alegría (La alegría en el Eterno, Lágrimas de alegría y Las lágrimas del Mesías).

Catherine Chalier nos muestra, en su libro, un profundo conocimiento de los textos sagrados y singularmente del pensamiento hebreo.
Es a partir de ellos que va desgranando, poco a poco, su pensamiento; apartada de las abstracciones vacías y anclando su pensamiento, todo el tiempo, en las emociones y particularmente en las lágrimas; para así mostrarnos el nivel profundamente fundante que tienen las emociones en los humanos; y sobre todo el llanto o las lágrimas.
Como fuente de limpieza y lavado del mundo y sus horrores existenciales.
Sí, es mediante las lágrimas que se puede acceder a un pensamiento riente, alegre y fundante; a una espiritualidad más allá de lo meramente racional, por paradójico que hoy nos parezca.
Cuestión que deja muy clara desde su Introducción, de la que me ocuparé aquí, usándola, precisamente, para invitarlas e invitarlos a que lean todo el texto, del que estoy seguro no se arrepentirán; pues les aportará más de lo que cabe esperar de un Tratado de las lágrimas en lo tocante a pensar el mundo y la vida de hoy.
Esto en una época carente de pensamiento y abundante de sufrimientos y espantos y horrores que han secado, hasta el agotamiento, nuestra capacidad de llorar; exprimiendo así la fluidez de la fuente líquida de la vida misma.

Chalier cita, desde la Introducción, a Emmanuel Levinas, filósofo lituano de origen judío; en particular un pensamiento del libro De la existencia al existente, que dice así:
“Ninguna lágrima debe perderse -afirma Levinas-, ninguna muerte debe quedar sin resurrección” (p. 19).
Meditación potente y conmovedora, que la autora todavía robustece más, al agregarle dos interrogantes de su cosecha, que retomo aquí porque nos posibilitan, justamente, vigorizar nuestro pensamiento, para afinarlo mejor y poder así reflexionar más atinadamente el inhumano mundo que nos ha tocado vivir.
Esas preguntas son las siguientes:
“Pero ¿cómo pensarlo cuando la crueldad y el odio siembran el espanto, el pánico y el terror? ¿Cómo decirlo sobre una tierra todavía devastada por el mal, sin arriesgarse a hacer el ridículo o a ser acusados de huir a un más allá de esta creación que, como dicen los jasidim, tiene que ser transformada en morada del Eterno?” (Ídem).
He aquí la cuestión.

Catherine Chalier va hilando fino, muy fino, al lado de la tradición judía y del pensamiento más añejo de la cavilación teológica y mística, en el buen sentido del vino, para mostrarnos, a lo largo de todo su recorrido, que las lágrimas tiene la capacidad de poder señalarnos, en el sentido más sintiente y concreto de la palabra, que por finitos que seamos y por caduco que sea nuestro amor, será la pequeña y estrechísima puerta por la que entrará, en nuestras vidas, algo del orden de lo divino; es decir, de lo infinito.
Y esto, discúlpenme, queridas lectoras y lectores, ya es de enorme ayuda en un mundo carente de pensamiento y de sentimientos (humanos). Pero ¿es necesaria la redundancia, a estas alturas?
Este es el brío de las lágrimas, humanizarnos, cuestión que se logra de mejor forma cuando éstas se potencian con un pensamiento sintiente que no deja de largo las emociones, sino que, antes bien, las muta en el motor de un meditar otro que bebe de las lágrimas mismas como su fuente más clara de ternura y humanización.
Gracias Catherine Chalier por enseñarme otro modo de pensar las emociones y sus lágrimas, con lo que he aprendido un modo otro de discurrir la vida y el mundo mismo.
Gracias de todo corazón.
De verdad.
Su libro, mi estimada, es una bendición del más alto rango espiritual, para todo nuestro ser y nuestro mundo lleno de penurias.
J. Ignacio Mancilla.
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 18 de enero de 2022.
Imagen de portada: VN.
Un comentario sobre “Pensar con… nuestras lágrimas”