Para Inés e Isabel, mis queridas hijas.
Para todos los papás y todas las mamás.
También para todas las hijas y los hijos.
Y todas las familias, de todo tipo.
“[…] y un enjambre de cucos que cargaban con
todos los minutos del mundo atravesó la habitación,
desordenado, confuso, agitando alas de madera,
cruzó el níspero y fue disminuyendo hacia las olas
en un chillido de bisagras torcidas dejando el tiempo
fijo desde entonces, parece que se altera pero es siempre
el mismo y es en el interior de ese tiempo donde me voy
marchitando lentamente con el motor del gato hasta el
final de la cola, callándose como yo me callo al miraros”.
António Lobo Antunes,
Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad
Voy a escribir, ahora, sobre la última novela de António Lobo Antunes; publicada en portugués en 2016 y traducida al español en 2021 por el sello Penguin Random House.
Antunes es un autor que me tiene atrapado, su escritura me fascina porque penetra el alma humana como pocos. Así lo hace, también, en esta su última novela que tiene por título Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad.
Mi escritura jugará, de entrada, con un sintagma muy conocido del filósofo holandés, judío y excomulgado de la comunidad judía sin posibilidades de retorno, Baruch Spinoza: No sabemos cuánto no puede un cuerpo, hasta que enfermamos o envejecemos.
Y es que, es la pregunta que me surgió leyendo esta profunda novela que tematiza el Alzheimer, cuando enfermamos o envejecemos, son dos los deterioros que enfrentamos: el del cuerpo y el del alma, cada uno puede ir por su lado o coincidir, lamentablemente.
Pero antes de adentrarme en la novela, en mi lectura, quiero hablar un poco de las peripecias para que dicha novela llegara a mis manos y mis ojos.
Desde que la vi disponible en español me enganchó el título, y quise, de inmediato adquirirla, pero no fue sencillo, pues, todas y todos sabemos, la pandemia vino a desquiciar el mundo todo; el circuito de los libros también.

Incluso lo pedí, por medio de una de mis hijas, Isabel, a Amazon y nos avisaron que no estaba disponible y que ellos nos dirían cuando lo estuviera; nunca lo hicieron. Lo pedí junto con la edición de Abada de La divina comedia. Libro que no ha llegado a mis manos.
¿No que Amazon te hace llegar todo? Más bien gana, de todos modos.
Finalmente, Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad, llegó a mí, vía mi otra hija, Inés; ¡ay, la CDMX!, que en muchos sentidos es un oasis para la cultura y los libros. Por fortuna.
Fue de ese modo que pude disfrutar de nuevo de ese escalpelo del alma, capaz de penetrar las entrañas de lo humano (demasiado humano, diría Nietzsche) y que nos narra, dramáticamente, cómo el personaje central, una actriz de teatro, se va diluyendo, poco a poco, en la oscuridad de no reconocerse y no reconocer a los otros, ni siquiera reconocer las cosas y el medio en el que se encuentra.
Con su estilo peculiar, en el que magistralmente combina voces y tiempos diversos, Lobo Antunes va desgranando, de manera sutil, el drama, insisto, en que se va perdiendo la identidad y la capacidad de reconocimiento, menos ahí en donde el afecto y el amor puede todavía proporcionarlo, aún, a pesar del borramiento de estos.
Lobo Antunes ha hecho más suyo su estilo, es decir, lo ha llevado a su expresión más fina y sintética; para por medio de él, trasmitirnos las cuitas del alma, ahí donde ésta se ve confrontada con sus obsesiones más arcaicas y estructurales, las del deterioro del cuerpo y del alma, es decir las de la muerte.
Pero no sin el amor y sus peripecias familiares, llamadas por Freud complejo de Edipo, y por Lacan complejos familiares.

¿Cómo hacer para poder trasmitirles lo que la exigente lectura de Lobo Antunes puede darnos, en particular en esta novela?
¿Cómo decirles que su lectura, difícil, sí, es al mismo tiempo un bálsamo del alma adolorida, precisamente por su capacidad de convertirla en letras y qué letras?
¿Quiénes somos?
¿Qué somos cuando muertos?
¿Dejamos de ser para convertirnos en simple materia?
¿Dónde queda el espíritu?
¿Qué es de él una vez que morimos?
Sí, Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad trata de la vida, el tiempo, el sí mismo y la muerte.
Nos cuenta la historia de una actriz de teatro en decadencia, a quien se le agolpa la vida, se le revuelven los tiempos, se confunde su ser y el de sus amados padres; dislocándose, también, todas las cosas, para que la fractura del ser sea en su modo y expresión más radicales, metáfora de la condición humana y su falta de sentido.
Sentido al que se aferran los afectos, hasta el final; incluso cuando todo se ha derrumbado.
En esto consiste vivir, en que todo de repente se acaba y lo único que queda es la persistencia de aferrarnos a algo, por ilusorio que sea, y que llamamos amor.
Pero ¿acaso el amor no es también del orden de lo real y de lo simbólico?
Este es precisamente el entramado que Lobo Antunes logra de manera excelsa en esta, hasta ahora, su última novela.

¿Por qué no dejar de leerla?
¿Por qué leer a António Lobo Antunes?
¿Por qué persistir en el intento no obstante las dificultades que nos depara su lectura?
Porque al hacerlo penetramos en lo más hondo de nuestro ser, a pesar de asomarnos ahí donde precisamente el ser se desmorona, para quedar en una cauda de recuerdos que dependen ya no de uno, sino de los otros.
De ese modo es que la vida humana se perpetúa y sigue y sigue, contra viento y marea y se hace novela.
António Lobo Antunes no vela la vida y sus horrores, pero tampoco vela su belleza y sus virtudes; simple y complejamente las convierte en una narrativa novelada.
¡Y qué manera de novelar!
¡Qué novela!
Dejo aquí mi lectura, haciendo, enseguida, esta única cita, que haré a manera de incitación para que no dejen de leer Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad:
“[…]
“-Estoy fenomenal
“tan difícil de levantar músculo a músculo, todos disimulando como si no nos diésemos cuenta del trabajo y yo callada tragándome a mí misma, qué complicado tragarnos a nosotros mismos, el médico al sobrino de mi marido
“-Creo que ya está
“y de momento no estaba disculpe doctor, si me permite un rato más sola […]
“si me da un ratito más solamente, gracias Dios mío por tanto sol, la señora mayor a los demás
“-¿No es verdad que con un sol así entran ganas de bailar? […]
“palabra de honor, con ganas de bailar, acaban de apretarme la mano y creo que ha sido el sobrino de mi marido, es una corazonada, no tengas miedo de la oscuridad que se ha acabado no ves, no me llames
“-Tía
“no te cuelgues de mí, no me pidas
“-No me abandone ahora
“porque voy a tener que abandonarte, no se ponga triste señor Barata por el hecho de dejaros, no he sido tan mala actriz verdad a pesar del director del teatro al que escuché
“-La chica no ha nacido para esto […]
“voy a tener que dejaros y pensándolo mejor, debido al sol, me llevo esta luz, esta felicidad, esta paz, siempre nos llevamos bien padre, siempre me hacía reír, siempre me contaba historias divertidas, siempre me trataba por
“-Hijita
“no por el nombre como mi madre, por
“-Hijita
“y yo radiante con el
“-Hijita
“y por tanto creo que voy a empezar a correr en dirección a un payaso, en dirección a un memo, en dirección a mi padre porque es mi padre, menta, pistacho, fresa, me pongo un sombrero de paja en la cabeza porque mi madre
“-Que no se te olvide el sombrero
“me dejo coger del brazo, respondo con una reverencia cuando diga
“-Vamos hijita
“y seguimos los dos juntos, dándole a las caderas y saludando a todo el mundo, hasta disolvernos en la luz.” (no citaré ni lugar ni página, para que usted, amable lector o lectora, disfrute del placer del texto y de… encontrarlo).
Sí, también en la oscuridad puede haber luz…
Y tú, amable lectora o lector, ¿qué es lo que temes encontrar, todavía, en la oscuridad?
… ¿Sigues temiéndole?…

Post Scriptum
En otro momento, haré una relación entre la novela Para aquella que está esperándome sentada en la oscuridad, de António Lobo Antunes y el libro Los nuevos heridos. De Freud a la neurología-pensar los traumatismos contemporáneos, de la filósofa francesa Catherine Malabou; que también tematiza la cuestión del Alzheimer, pero desde el cruce problemático entre el psicoanálisis y la neurología, en un intento, bastante logrado, por cierto, de pensar los traumatismos contemporáneos y sus efectos en los sujetos actuales.
A ver qué puedo escribir.
P. D.
El presente texto es mi agradecimiento escritural a Inés, por haber puesto en mis manos la novela de la que no doy cuenta, pero sí hago testimonio escritural de su lectura y sus efectos en mí, como lector embelesado por el estilo del escritor portugués, tan ignorado por la academia (sueca).
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 19 de junio (Día del Padre) de 2022.
Un comentario sobre “¿Cuánta oscuridad soporta el sí mismo sin perder su propia luz?”