(no) perder la alegría (de vivir)
“¿Ha educado mi generación lo suficientemente bien
a los jóvenes como para impedir que ocurra otro holocausto?
¿O se sumergirá la libertad que tanto nos ha costado
conseguir en un nuevo océano de odio?”
Edith Eger. La bailarina de Auschwitz.
A lo largo de nuestras lecturas y escrituras, en este espacio, yo (Eunice Michel) he comentado a veces testimonios de los sobrevivientes de los campos de concentración.
Mientras yo (J. Ignacio Mancilla) he comentado también sobre ética y política; sobre todo en lo tocante al mundo que nos ha tocado vivir; el mundo del que nos habla Edith Eger.
En particular escribí, gustosa, pero no sin dificultad, sobre Ana Frank.
Pero me ha faltado escribir sobre Primo Levi; para mí, su trilogía de Auschwitz es lo más complejo que se ha escrito, de lo que conozco, sobre este oscuro periodo de la historia de la humanidad.
Está también el testimonio de Eli Wiesel, desde muchas perspectivas, desgarrador.
Toca el turno esta vez para hablar del testimonio de Edith Eger, que acaba de alcanzar, en español, su vigésima quinta reimpresión en 2022 y que fue escrito en 2017 en inglés y traducido al español en 2018; y podría ser encasillado como uno de los así llamados “libros de superación personal”; esto si no fuera —dicho libro— un monumento a la vida, a la esperanza y a la reconciliación con un pasado terrible.
Eger, quien estuvo en 1944, un año antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, en ese campo de concentración, era hija de judíos húngaros. Sus padres fueron asesinados en la cámara de gas desde el primer momento en que llegaron al campo de prisioneros y Edith y su hermana Magda, dos de las hijas del matrimonio (sólo una de sus tres hijas escapó de estar en el campo de concentración al ser contratada como pianista en Austria y ante la recomendación de su padre de que no regresara a su país porque corría peligro su vida) permanecieron ahí. Edith y Magda vivieron y sobrevivieron ahí, entre otras cosas por la resiliencia de la primera de ellas ante esa ominosa y siniestra adversidad, debido a sus enormes ganas de vivir.

El libro testimonia, además de las atrocidades cometidas por los nazis, sobre todo también algo de lo humano que permitió a las hermanas sobrevivir.
Edith había estudiado ballet clásico y una de las primeras cosas que le tocó hacer, al llegar al campo de concentración, fue bailar para Josef Mengele; el famoso “ángel de la muerte” que se presentó en el barracón donde ella estaba y solicitó a alguien que supiera bailar para entretenerlo.
La narración de esta escena es sublime, cuando Edith representa, para quien había sido el verdugo de sus padres, la danza del Danubio azul, además de una pieza de Tchaikovsky, y logra hacer abstracción, sabiendo que en ello le va la vida, del escenario en donde se encuentra, para danzar como si estuviese ante el público de un teatro, como ella lo sabía y estaba acostumbrada a hacerlo.
Ésta es una de las escenas principales del testimonio; pero lo que pretendemos, no es de ninguna manera adelantarles todo el libro, sino llamarlos a que lo lean, ello por muchas razones, una de ellas, porque problematiza lo que significa, en un mundo como el actual, la valentía y resistencia de una adolescente que no sólo sobrevive en las condiciones más adversas, sino que, además, logra, terminada la guerra, continuar su camino en Estados Unidos, después de un periplo más que complicado en los países comunistas. ¡Ay, el socialismo realmente existente!
Ella, Edith, sigue estudiando y viviendo con todos sus demonios a cuestas, hasta entender que estos demonios no la abandonarán, si no logra exorcizarlos con el trabajo terapéutico necesario para poder ser verdaderamente libre.
Para las y los que somos psicoanalistas, y también para las y los que no lo son, esta enseñanza del libro no es cualquier cosa. Se puede curar a condición de curarse uno mismo.

Después de leer el libro de Victor Frankl , El hombre en busca de sentido, de escribir un artículo sobre él y conocerlo personalmente y hacerse su discípula, Edith Eger va a lograr, atravesando por sus diversas terapias, encontrarse y reconciliarse consigo misma; pero no sólo. Logra ir más allá.
Eger, quien llega a ser famosa por sus clases, por su atención clínica a pacientes (“ayudar a otros para ayudarse a sí misma”) y por sus conferencias, logra también perdonar a quienes fueron sus verdugos.
Dar una conferencia cerca de la que fue casa de campo de Hitler y, en un paseo por los alrededores, decirse que sólo perdonándolo logrará ser diferente que él .
Asimismo, podrá regresar a Auschwitz (cosa que no podrá hacer su hermana Magda por no poderse librar del terrible periodo vivido ahí); para perdonarse a sí misma por una escena de la que hasta este momento no se había perdonado, siendo éste su demonio interior más angustioso y terrible.
Y sí, el libro de Edith Eger, quien actualmente tiene 95 años y tiene hijos y nietos y bisnietos, no tiene desperdicio para nosotros —todas y todos— las y los que vivimos una época como la nuestra.
Por último, antes de pasar la pluma a J. Ignacio Mancilla, quiero hacerles y hacerme una pregunta:
¿Cómo elaborar ese pasado de la humanidad y cómo elaborar nuestro presente hoy?

Empiezo (J. Ignacio Mancilla), por retomar la cuestión que nos plantea Eunice Michel en su lectura de este magnífico libro: conmovedor, desgarrador, pero esperanzador, también.
Sí, cómo asumir las enseñanzas de Edith Eger para evitar, en la medida de nuestras posibilidades, que se repitan las siniestras políticas de odio y discriminación que llevaron a la muerte a los padres de Edith, siendo ella apenas una adolescente y que la lleva a sentirse culpable, casi toda su vida, por haber dicho que su madre era su madre.
La lectura de Eunice es, como suelen ser sus lecturas, muy fina y atinada.
De modo que solamente pondré el acento en lo que, desde mi perspectiva, no podemos dejar de llamar la atención, cuando nos confrontamos con una escritura que cincela toda nuestra alma y ser.
Es un gran reto, pues no se trata de que nuestra lectura sustituya la lectura de ustedes, lectores de Cuerdas Ígneas , sino, más bien, que nuestra forma de leer este singular libro, les impulse a leerlo, para que sean ustedes las y los que se confronten con lo que el testimonio de vida de Edith Eger posibilita extraordinariamente; pues su historia nos implica en los sentidos más radicales.
Tanto cuando se trata de lo más humano, como cuando nos habla de lo más inhumano; pues ninguna de las dos cualidades nos es ajena, en grados diferentes para cada cual, por supuesto.
Leer a Eger nos acongoja, pero nos libera; nos libera, pero nos acongoja. Las dos cosas.
Y no puede ser de otra manera.
¡Nos enseña tanto sobre la vida y sobre la clínica!
¡Cuánta razón tuvo Desmond Tutu!, al escribir que:
“Este libro —el que aquí reseñamos Eunice Michel y un servidor— es un regalo para la humanidad. Una de esas historias que nunca quieres terminar de leer y que te cambian la vida para siempre” (Portada del libro).

Pero va lo que yo quiero resaltar.
Es un libro de vida y para vivir, que nos cuenta —de primera voz y mano— cómo las más atroces adversidades lastiman y hieren la vida, pero no la matan, si se está dispuesto a luchar.
¿Acaso vivir no es sinónimo de luchar, todo el tiempo?
Edith Eger nos lleva de la mano por su historia de vida, para que, juntos con ella, aprendamos a vivir, a curar(nos) y hacer todo lo que esté de nuestra parte para evitar que las fuerzas destructivas (Hitler y los nazis y todos los nazismos y fascismos que ahora pululan de nuevo) ganen.
Es un libro que no se siente en sus 412 páginas, divididas en cuatro partes: 1 La prisión (con seis capítulos: Las cuatro preguntas, Lo que pones en mente, Bailando en el infierno, Una rueda, La escalera de la muerte y Elegir un brizna de hierba), 2 La huida (cuatro capítulos: Mi libertador, mi agresor; Entra por una ventana, El año que viene en Jerusalén y La fuga), 3 La libertad (con nueve capítulos: El día de la inmigración, Novata, ¿Estuviste allí?, De superviviente a superviviente, Lo que la vida esperaba, La decisión, Entonces Hitler ganó, La cama de Goebbels y Deja una piedra) y 4 La curación (con cuatro capítulos: La danza de la libertad, La doncella sin manos, De algún modo, las aguas se separan y El día de la liberación). Además de los Agradecimientos.
Va la ficha completa:
La bailarina de Auschwitz, Editorial Planeta, Barcelona, 2018, 412 pp. (traducción de Jorge Paredes Soberón). El título original inglés es: The Choice. Embrace the Possible, que hace mucho más sentido con lo que se nos narra y lo que se pretende con el libro.
A manera de posdata, quiero citar el magnífico cierre del libro; ahí donde la autora, cerrando una conferencia, como acostumbra a hacerlo nos dice:
“Finalicé mi charla como siempre hago y como siempre haré, mientras el cuerpo me lo permita: con un grand battement. ¡Aquí estoy!, dice mi movimiento. ¡Lo conseguí!
“Y ahí estás tú. ¡Ahí estás tú! En el sagrado presente. No puedo curarte, ni a ti ni a nadie, pero puedo felicitarte por la decisión de desmantelar tu prisión mental ladrillo a ladrillo. No puedes cambiar lo sucedido, no puedes cambiar lo que hiciste o lo que te hicieron. Pero puedes decidir cómo vivir ahora.
“Queridísimo amigo, puedes decir ser libre” (p. 408).
Eunice Michel/J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 2 de febrero de 2023.
Imagen de portada: Edith Eger.