Durante un capítulo de la serie animada Sponge Bob SquarePants, titulado Atlantis SquarePantis, acontece una escena peculiar con Patchy (Parche), el pirata que en ocasiones aparece en las historias sobre el fondo marino. Durante una alucinación, Patchy se ve regresando a Encino, su tierra natal. Patchy se encuentra muy aliviado de volver ahí y dejar atrás los problemas.
Desde que viera aquella escena que me resultó muy conmovedora, me quedé con una reflexión sobre el lugar al que a veces anhelamos volver, y que forma parte de la persona que fuimos en el pasado. Fue así que durante un viaje que hice a Guadalajara, ya viviendo en Ciudad de México, y pensando en esa escena con Patchy, me di cuenta de que Encino para mí pudiera ser Guadalajara, pero es también mucho más que una ciudad. Mientras abordaba el vuelo de regreso, entendí que Encino no es solamente el lugar donde nacimos y donde se encuentran las raíces familiares, en mi caso también está en un departamento de Villa del Puente, en el que crecí; está en el olor del agua con canela de la abuela María; y Encino también vive en este envase de carne que me contiene.
A veces es un lugar, a veces un hogar, otras es un espacio intemporal donde las reglas del día a día se vuelven difusas y pueden traslaparse muchos ritmos y tempos. En mi colaboración anterior decía que puedes sacar a la mujer de Guadalajara, pero no a Guadalajara de la mujer. Y es que hay sitios, tiempos y momentos que nos acompañan toda la vida.

Cada camino tomado durante nuestro trayecto personal, nos lleva a lugares distintos, algunos planeados y otros más bien inesperados, y en ese caminar, vamos dejando mucho de nosotros, incluyendo relaciones que ya no continúan y espacios que dejamos de frecuentar. Repentinamente podemos sentir que nos hace falta algo de aquello que dejamos atrás, pero todo lo que hemos amado nos acompaña siempre, sin importar las circunstancias.
¿Y qué pasa con las personas que fuimos: la niña, la adolescente, la joven? Creo que todas esas anteriores versiones de nosotros mismos nos acompañan igualmente, sin dejarnos nunca del todo. Eso sí, lo que anteriormente nos atascaba o nos frenaba puede desaparecer por completo. Por mucho tiempo sentí todo a mi alrededor como una espesa papilla, esa papilla se desatascó después de una muerte que sucedió un mes de septiembre. Después de esa pérdida dejé de sentir la imperiosa necesidad de remover aquello chicloso que me envolvía, comencé a respirar de otra manera y también supe que la papilla no habitaba en Guadalajara, como tanto tiempo pensé, sino que me habitaba a mí. Cargué con ella a través de los kilómetros recorridos, para alejarme de una ciudad e instalarme en otra, hasta que se fue, no sé si fue el regalo de despedida que me dejó el bello ser que partió ese septiembre.
De vuelta en Encino disfruto de las presencias de una ciudad que ya no guarda ningún resto de la papilla que me envolvía, y que ahora siempre me recibe con los brazos abiertos. Yo, sin aquel peso amargo encima, voy y vuelvo de mi ciudad de origen, sintiéndome más ligera que nunca y siendo acompañada por lo mejor de las dos ciudades en las que he vivido, y en las que encuentro pedacitos de Encino escondidos por aquí y por allá.

Foto de portada: Chapultepec, Guadalajara (Inés M. Michel, 2010).
Inés M. Michel.
T: @inesmmichel / I: @inmichel
T: @CuerdasIgneas / FB: Cuerdas Ígneas
cuerdasigneas@gmail.com

Como siempre, extasiada por esta lectura que me hace recordar tiempos y vivencias similares. ¡Es muy grato leerte Inés!
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Te agradezco mucho por tus palabras. Apenas respondiendo pues el comentario que había puesto me percató que no se publicó. Saludos.
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