“[…] la sensación no es mera reacción fisiológica; es, sobre todo,
una reacción psíquica. El oído, el ojo, la piel no son, nomás,
un yunque, un cristal y una epidermis; son un cristal y un yunque
<<animados>>, que trabajan no sólo por sí, sino más bien como
instrumentos de un espíritu en ellos encarnado. Allí se realiza,
por tanto, el milagro de una aparentemente imposible fusión:
la del cuerpo y el alma. El alma se incorpora, el cuerpo se anima.
Así, color y sonido no son sólo agentes físicos, sino también espirituales”.
Arturo Rivas Sáinz, La redondez de la creación.
Ensayo sobre Ramón López Velarde. Primer hemisferio. El ánima dispersa
- Algunos datos biográficos de nuestro personaje
Nace en Arandas, Jalisco, el 24 de abril de 1905. Hijo de Agustín Rivas –de profesión farmacéutico– y Avelina Sáinz Orozco.
Estudió en las escuelas de su pueblo natal en las que cursó la primaria; al trasladarse a Guadalajara se matriculó en el Seminario Conciliar de San José; donde estudio cinco años latín, humanidades y filosofía.
Revalidó algunas asignaturas en la Escuela Preparatoria de Jalisco, para después estudiar Derecho en la Escuela Libre de Derecho, y revalidar nuevamente sus estudios en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Guadalajara, donde se graduó de abogado.
Muy pronto reconoció que su vocación no era la jurisprudencia, sino las letras; fue autodidacta en literatura mexicana, iberoamericana y universal; estudió Literatura y Ciencias Lingüísticas en El Colegio de México, donde fueron sus maestros Alfonso Reyes y Antonio Alatorre.
En 1937 fue nombrado catedrático de la Universidad de Guadalajara, y se desempeñó como tal hasta su fallecimiento. Fue profesor de tiempo completo e impartió las cátedras de Español Superior, Literatura Española, Mexicana, Hispanoamericana y Universal; Lingüística, Etimologías Griegas y Latinas; Historia del Arte, Estética, Poética, Teoría, Análisis Literario, en la Escuela Preparatoria de Jalisco, en la Escuela de Artes y Letras de la cual fue director y en la Facultad de Filosofía y Letras, en su calidad de maestro fundador.
En la Universidad de Guadalajara desempeñó los siguientes cargos: secretario de la Escuela Preparatoria de Jalisco, primer jefe de la maestría en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, y coordinador del área de Letras de la Escuela de Graduados.
Asimismo impartió cátedra en la Universidad de Arizona, Texas, Estados Unidos, en varios cursos de verano, así como en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y en la Escuela Normal de Jalisco.
Como promotor de las jóvenes vocaciones literarias, fundó varios talleres literarios y publicaciones, entre los que destacó el Ateneo “Summa” fundado en 1976, también fundó y dirigió las revistas Themis en 1930, Vía en 1936, Pauta, dirigida al principio por Francisco Sánchez Flores y auspiciada por la Escuela de Artes y Letras de 1941 a 1948, Pan y Eos, con la colaboración de Juan José Arreola en 1943, y Summa en 1951.
Fue miembro fundador de la Junta de Gobierno y del comité editorial de El Colegio de Jalisco, donde fue investigador hasta su fallecimiento, y preparaba una “Historia de la literatura jalisciense en el siglo xx”.
Los que siguen, son algunos de los títulos de sus libros: Derecho del trabajo (1936); Prehodiernia (1940); Novela de agua y hojas (1940); Signo, ensueño, etcétera (1941); Literatura (1942); El concepto de zozobra (1944); Fenomenología de lo poético (1951); La redondez de la creación (1951); Dulcinea (1971); El estilo de Mariano Azuela (1974); Palabra que se oye (1980); Verdades mentidas –obra póstuma– (1985); Poesía de la poesía, inédito. Además de Fábula de Polifemo y Galatea; Tangentes de la novela y Amor, ausencia y celoso.
Muy numerosos fueron sus artículos dados a conocer en diferentes revistas nacionales y extranjeras, igualmente dictó varias conferencias; las últimas versaron sobre literatura española, impartidas en el Instituto Cultural Cabañas.
En 1958 recibió el Premio Jalisco en la rama de letras, por su obra La redondez de la creación, y recibió las preseas por su labor magisterial en la Universidad de Guadalajara.
Falleció en Guadalajara el 5 de enero de 1985.

El 26 de enero de 1985 el Departamento de Bellas Artes del Gobierno del Estado de Jalisco organizó un homenaje en su honor, con la intervención del escritor Juan José Arreola. El Ateneo Summa recibió su nombre y se le dedicaron números especiales de las revistas de la Facultad de Filosofía y Letras y de Summa.
En julio de 2014, con su biblioteca de doce mil volúmenes, se integró el Fondo Arturo Rivas Sáinz, el cual fue donado a la Universidad de Guadalajara (tomado de http://enciclopedia.udg.mx/biografias/rivas-sainz-arturo el 17 de julio de 2019, con algunas modificaciones en la redacción, por cuestiones de síntesis).
2. Arturo Rivas Sáinz: hombre de letras, fenomenólogo y pensador
Empiezo con lo que más me interesa, para desarrollarlo después, destacar a Arturo Rivas Sáinz no solamente como un gran hacedor (constructor) de metáforas sino, también, como un excelso teórico de la misma (a la altura de un Jacques Derrida o un Paul Ricoeur); es decir, estamos ante un formidable pensador y, en ese sentido, me atrevo a decirlo, ante un estupendo filósofo.
Ya lo mostraré.
3. Rivas Sáinz: el gran metaforólogo
Sí, Arturo Rivas Sáinz es un gran teórico de la metáfora; no solamente un excelente artista, como consta en sus múltiples y bellos textos, llenos -todos ellos- de bellas metáforas.
En lo que sigue retomaré, en parte, lo que presenté en el I Congreso Jalisciense de Filosofía, que se llevó a cabo en el auditorio Silvano Barba del Centro Universitario de Ciencias Sociales y de Humanidades (CUCSH) de la Universidad de Guadalajara, en septiembre de 2013; ya publicado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, en 2014 (pp. 85-104).
En los dos últimos apartados, de esa mi presentación, ¿Arturo Rivas Sáinz: metaforólogo o metafísico? y Fantasma-ontología o metaforontología, desarrollé la parte central de mi lectura de lo que Rivas Sáinz aportó como estudioso de la metáfora y no solo como poeta.
Por supuesto que no me repetiré aquí, solamente asumiré algunas de las preguntas y cuestiones que expuse en aquel momento y contexto, en un orden distinto al de entonces.
Sobre todo, expondré, de nuevo, tres textos de nuestro autor, para desplegar mi reflexión a partir de ellos.
Y mostrar, así, la grandeza teórica de nuestro ilustre arandense.
Va el primer texto o botón de muestra.
Es de 1940 y pertenece a Prehodiernia, corresponde al apartado Poesía de asimilar; ahí, nuestro autor sostiene que:
“<<Un análisis de las maneras metafóricas lorquianas, al mismo tiempo que clave de una psicología y puerta de entrada para una interpretación de la poesía actual, sería un abundoso manadero de reflexiones filosóficas sobre la metáfora>>.
“Cierra este párrafo tempranero con la siguiente aseveración:
“<<Vale, pues, la pena intentarlo>>” (Memorias del Primer Congreso Jalisciense de Filosofía, Arturo Rivas Sáinz, p.98).
Desde este tempranero texto, Rivas Sáinz apunta tanto a una psicología como a unas “reflexiones filosóficas sobre la metáfora”.
Pero pongamos las bases para nuestra lectura y postura sobre el valor de nuestro autor, como teórico de la metáfora.
Segundo texto o botón de muestra.
Es de 1950 y lo he extraído de Fenomenología de lo poético, capítulo II, Fenomenología de lo sensual:
“<<La poesía es cosa de fantasmas; pero eso no significa que ella sea elaborada por la fantasía sola, sin el auxilio de otras virtudes espirituales. Medianera entre los sentidos y el intelecto, la imaginación explota sus filones, para obtener el metal necesario para sus hechizos>>.

“Y más adelante, en el mismo apartado, Rivas Sáinz escribe:
“<<-¿Y qué otras cosas son las artes sino al afantasmamiento de las cosas? ¿Acaso la música, la pintura o la poesía son otra cosa que imágenes y fantasmas? El arte jamás consistió en algo distinto de espectralizar la naturaleza, convirtiéndola en imagen.
“<<En poesía, nombrar una cosa equivale a evaporarla en sus esencias imaginativas: se dice ‘romero’, por ejemplo, el hombre entero debe concurrir, de los distintos rumbos de su carne y de su espíritu, a olerlo, a contemplarlo, a tocarlo y saborearlo…: allí estará, como un álamo disfrazado de acacia-hojas de caras verdes y reveses albos, amargo y odorante, fresco, abierto y nemeroso…>>.
“Rivas Sáinz cierra el capítulo IV, Fenomenología de lo racional y el ensayo todo de Fenomenología de lo poético, haciendo una diferencia entre verdad real, siempre relativa, y la verdad poética, nunca absoluta, porque singulariza el ente por debajo de la universalidad conceptual, para que quede atrapado bajo la metaforización singularmente afantasmada que hace que, a la par que un ente determinado, éste se asemeje a otro, sí, pero no sin distinguirse de él. He aquí la magia de la palabra, de su acción metafórica.
“Cierra pues el apartado y el ensayo con el siguiente enunciado:
“<<Y la filosofía se acurruca, en potencia, en el nido-acto de la poesía>>.
“¡Qué consistencia y qué belleza de frase!”, (Memorias… pp. 98-99).
Y, por último, va el tercer texto y botón de muestra.
Es de 198…, y lo he entresacado del apartado VIII, Su origen, del último ensayo La metáfora.
Aquí, Rivas Sáinz va de la metafísica a la psicología, para en un acto hipotético, de una enorme fuerza, remitir la metáfora a sus bases, y me van a disculpar mi atrevimiento, metapsicológicas.
Va:
“<<La metáfora, pues, no es entonces la satisfacción de indigencia del habla. Es un ornamento en que se superficia un propio humano, como los tatuajes y las cicatrices y las pinturas… Y como en esto, tal vez también en las florituras verbales se sublime la libido>>” (Memorias… p. 99).
Con estos tres textos, escogidos, podemos entender la radicalidad de la tesis rivasiana sobre la metáfora, cuando el pensador arandense sostiene que:
“<<… la metáfora es el nombre de un fantasma>>.
“Para inmediatamente agregar:
“<<Pero también los fantasmas son cosas -res-, aunque de otro mundo>>.
“Y, finalmente, cerrar el párrafo explicándonos, que:
“<< {Los fantasmas} Lo son de igual manera que las olas y las piedras, y aún tienen la posibilidad de objetivarse plástica y musicalmente: ocaso, el ramo de flores que la tarde agonizante puso en el jarro-vidriado del poniente, es encadenamiento metafórico que podría pautarse y ser ejecutado, como ha sucedido con la sonorización del agua que repta en La mer de Debussy, o la que cae, en la Suite del Gran Cañón de Fred Gofré>>”. (Memorias… p. 93).
Ahora y de este modo, no quiero dejar de relacionar la tesis rivasiana sobre la metáfora con el psicoanálisis y con la filosofía; pero tomando otro sesgo, un tanto diferente al que abordé en mi presentación en aquel ya lejano I Congreso Jalisciense de Filosofía.

Para, así, mostrarles no solo la grandez teórica del maestro de Arandas, sino, también, la audacia de sus afirmaciones y lo pertinente que siguen siendo, todavía, cuando se las lee -radicalmente- con todas sus implicaciones.
Primero tomaré a Freud, en lo concerniente a lo que el creador del psicoanálisis llamó metapsicología y que, según él, es la fuente de toda creación cultural.
En específico el concepto de pulsión es la clave, ya que hace litoral entre lo biológico y lo anímico; así como la metáfora hace litoral entre lo real y lo simbólico.
El tema de la metapsicología en Freud es muy complejo; aquí solamente me referiré a la pulsión en tanto Freud mismo la piensa como “frontera” entre lo corporal y lo espiritual.
Precisamente en el trabajo con el que se abre la metapsicología freudiana, Pulsiones y destinos de pulsión (1915), el creador del psicoanálisis describe así la pulsión:
“Si ahora, desde el aspecto biológico, pasamos a la consideración de la vida anímica, la <<pulsión>> nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un representante {Repräsentant} psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal” (Freud, Sigmund, Obras Completas, Volumen XV, p. 117).
Con esta cita quiero dejar asentada mi perspectiva, la de que la metáfora hace litoral entre lo real y lo simbólico; abriéndose, así, justamente lo fantasmático, lugar en el que nuestro autor, Arturo Rivas Sáinz, sitúa la metáfora.
Por supuesto que todo ello habría que desarrollarlo con más calma y detalles, ahora solamente lo apunto. Disculpen ustedes.
Segundo, haré una relación con Jacques Lacan, el refundador del psicoanálisis freudiano, para quien la letra y no el significante, hace litoral entre lo real y lo imaginativo. Del mundo afantasmado, según el decir de Rivas Sáinz.
Así, de este modo, retomo a Lacan, quien formula toda esta problemática por medio de una pregunta radical para el tema que aquí intento apenas esbozar:
“¿La letra no es acaso… litoral más propiamente, o sea que figura que un dominio enteramente haga frontera para el otro, porque son extraños, hasta el punto de no ser recíprocos?”.
Y más adelante, mediando un texto que aquí omito, para hacer más sintética y seguible mi exposición, Lacan, a quien no le molestaba el mote de “el Góngora del psicoanálisis”, cierra el punto así:
“Queda por saber cómo el inconsciente que digo ser efecto del lenguaje, por el hecho de que supone su estructura como necesaria y suficiente, comanda esa función de letra” (Lacan, Jacques, Lituratierra en Otros escritos, p. 22).
Nuestro autor remite, también, la metáfora al mundo de lo inconsciente, aunque él lo llame subconsciente. Algo que deberíamos investigar por qué.
Entre otras cosas, a eso apunté en mi exposición que hice en el pasado I Congreso Jalisciense de Filosofía.
Y tercero y último, iré a Nietzsche, para quien todo es metáfora. Pero también a Derrida, para establecer, bajo el modo de pregunta, ¿la metáfora hace litoral entre el concepto y lo real o en qué son diferentes el concepto y la metáfora en tanto dos formas del conocer humano?; mejor dicho, del mundo en tanto hecho humano.
El propio Rivas Sáinz relaciona la metáfora con la cuestión del conocimiento y en un texto del joven Nietzsche, contemporáneo de su primera obra, El nacimiento de la tragedia o Grecia y el espíritu de la música (obra tan llena de malentendidos), estoy hablando de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (inédito en vida de Nietzsche); el filósofo de los grandes bigotes nos habla de la verdad, en su sentido más radical, pensando ésta -la verdad- desde la metáfora.
Es un pequeño texto, juvenil, pero de enormes consecuencias, todavía hoy.

Aquí solamente destacaré lo relacionado con el problema del conocimiento y cómo este asunto tiene sus bases en el lenguaje, que para Nietzsche es, fundamentalmente, metafórico.
Va, pues, la siguiente cita, con la que no pretendo otra cosa que anudar una serie de problemas diversos -filosóficos y psicológicos- con el tema de la metáfora.
Nietzsche es contundente:
“¿Qué es, pues, la verdad? Un ejército de metáforas, metonimias, antropomorfismos en movimiento, en una palabra, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, tras un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones que se han olvidado que lo son, metáforas que se han quedado gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora ya no se consideran como monedas, sino como metal. No sabemos todavía de dónde proviene el impulso hacia la verdad: pues hasta ahora solamente hemos hablado de la obligación que la sociedad establece para existir, la de ser veraz, es decir, emplear las metáforas usuales, así pues, dicho en términos morales: de la obligación de mentir según una convención fija, de mentir borreguilmente en un estilo obligatorio para todos. Ciertamente, el ser humano se olvida entonces de que ésa es su situación; por ello miente inconscientemente de la manera que hemos indicado, siguiendo hábitos seculares – y justamente gracias a esa inconsciencia, gracias a ese olvido llega al sentimiento de la verdad. Con ese sentimiento de estar obligado a llamar a una cosa <<roja>>, a otra <<fría>>, a una tercera <<muda>>, se despierta un movimiento moral referente a la verdad: por contraste con el mentiroso, en quien nadie confía y a quien todos excluyen, el ser humano se demuestra a sí mismo lo venerable, lo fiable y provechoso de la verdad. En ese instante somete su obrar como ser racional al señorío de las abstracciones: ya no soporta el verse arrastrado por las impresiones repentinas, por las intuiciones, y generaliza todas esas impresiones en conceptos más descoloridos, más fríos, con el fin de uncir a ellos el carro de la vida y de su acción. Todo lo que distingue al ser humano frente al animal depende de esa capacidad de volatilizar las metáforas intuitivas en un esquema, esto es, de disolver una imagen en un concepto; pues en el ámbito de esos esquemas es posible algo que nunca podría conseguirse bajo las primeras impresiones auditivas […]” (Nietzsche, Friedrich, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral en Obras completas, V I, p. 623).
Bien, el texto citado contiene muchos elementos para ser desmenuzado en aras de una reflexión más profunda sobre las diferencias entre la metáfora y el concepto; por el momento me reduzco a hacer el señalamiento, no sin dejar de decir que más adelante Nietzsche nos habla del concepto como “residuo de una metáfora”.
Por ello, sin querer dar por agotado el tema, antes bien, apenas estoy apuntando a la enorme pertinencia de abrirlo para su discusión (nos sin Arturo Rivas Sáinz, por supuesto), me hago y les hago las siguientes preguntas:
¿Puede ser lo conceptual sin lo metafórico?
¿Y lo metafórico sin lo conceptual?
¿Acaso el concepto mismo no es una metáfora?, esto si hacemos caso a la tesis de Nietzsche de que todo es metáfora.
A manera de corolario
Todo el debate filosófico entre Paul Ricœur (1913-2005) y Jacques Derrida (1930-2004) -bastante eurocéntrico y hasta galocéntrico, por cierto-, al que penas apunté en el I Congreso Jalisciense de Filosofía, y que aquí tampoco puedo seguir, radica en el papel que ha jugado la metáfora en la historia del pensamiento filosófico; al grado que podemos señalar, siguiendo de alguna manera a esos dos filósofos, que la filosofía siempre ha consistido en un movimiento del pensar que ha oscilado entre la metáfora y el concepto.
Presentándosenos esta peculiar historia como una disyuntiva, que no es tal, ya que no hay potencia filosófica sin conceptos, pero tampoco la hay sin metáforas.
Ahí está toda la historia de la filosofía como ejemplo vivo de esto.
La metáfora sigue vivita y coleando, para decirlo en los términos de la sabiduría popular y retomar, de alguna manera, lo jugado en el nombre de esta Mesa.
Y ya para cerrar, por el momento, esta mi exposición, sostendré que Arturo Rivas Sáinz era un peculiar animal metafórico, pero también conceptual; algo que justificaré en otra oportunidad, espero, mediante una lectura más minuciosa de su vasta obra.
Ahí está su obra, en la que tendré que sumergirme, de nuevo, para poder lograr esta osadía mía.
En particular en una lectura más cuidadosa de su texto La metáfora, que es, según mi entender, prácticamente de lo último que escribió y que no sé si dejó algunos agregados y correcciones al respecto.
De ser así, me gustaría conocerlos.
Dejo aquí, y abro el espacio para las preguntas, que me imagino tendrán muchas.
J. Ignacio Mancilla.
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 29 de abril de 2022.
Imagen de portada: @AteneoARS / FB.
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