Para Eunice / Para Ignacio
– El resto es silencio.
Hamlet, acto V, escena II.
Frente a la muerte de papá o mamá, ya sea en un hecho cercano o lejano, solo me ronda una pregunta, que flota insistente en momentos muy inoportunos, donde no hay suficiente espacio para llorar, ni para pensar.
¿Qué vida sigue después de la muerte de papá o de mamá?
¿Hay una vida para mí, posible, coherente, consistente con lo que me han enseñado Eunice e Ignacio?
Como la(s) pregunta(s) aparece(n), susurrándome al oído, sin importarle(s) la hora del día o el sitio donde me encuentre, doy paso a la escritura, lo único que me ha salvado, de mí misma, de los dolores que desgarran las entrañas. Y que también me ha salvado de la locura.
El mundo que tengo frente a los ojos no me resulta muy prometedor, tampoco feliz, ni demasiado interesante. Decía el 17 de marzo que nací después del fin del mundo. Todavía creo que es así, que este, el mundo que me tocó, se nos agota y que, desde mi lugar, de mujer mexicana, de 35 años, que se dedica a escribir, no he logrado contribuir lo suficiente para parar esta vorágine que se traga la vida a su paso.
No hay mucha diferencia, creo, en leer esto desde una u otra parte del mundo. La desesperanza y el abatimiento impregnan la realidad.
El ocaso de la vida, no solo de las personas más queridas, sino el de cualquiera, se acerca. El mundo pareciera a punto de estallar. Luego se respira un poco de calma, es momentánea, pero se agradece bastante, aunque no dure. De nuevo otro deshielo, otro tiroteo, otro feminicidio. De nuevo otra desaparición, otra guerra, otro…, otra…, otro…, otra…
Resisto, aferrada a las manos que me transmiten serenidad, cariño… Pero no sé por cuánto tiempo podré aguantar.
Si papá o mamá no estuvieran, no sabría con quién acudir a resolver esas dudas que me asaltan en la cotidianeidad, desde cómo hacer el agua de arroz que preparaba la abuela, detalles sin importancia, hasta dónde puedo encontrar esa cita de Nietzsche que necesito releer para el epígrafe de algún cuento.
El silencio que sigue a esa(s) pregunta(s) es, esta noche, insoportable. Escribo para dejar constancia de ello, de lo insoportable, para ver, si de a poco, se va volviendo soportable.
Frente a la muerte de él o de ella, se hace un nudo, en las entrañas, en la garganta, en el cerebro.
El silencio se va flotando, pero un día se quedará para siempre. Y, no sé si, también para siempre, quedarán regadas las hojas en blanco.

Inés M. Michel.
Ciudad de México a 25 de mayo de 2022.
Imagen de portada: Educalingo.